Etimológicamente, la palabra balcón viene del italiano balcone: “plataforma saliente de un cuarto superior en la fachada de un edificio, rodeada de una barandilla”, y la palabra italiana balcone viene del germánico (longobardo) balko, que significa viga. Y así es como se los conoce, como pequeños recintos que cuelgan de las fachadas de los edificios, pero la realidad es que su significado, su simbolismo y su importancia para el desarrollo de nuestras vidas van mucho más lejos.
En muchas partes de España, en el siglo XVIII, se impuso la incorporación obligatoria del balcón en el diseño de viviendas para reemplazar a las ventanas. Las mismas estaban pensadas para contemplar desde adentro lo que pasaba en las calles (procesiones y protestas, por ejemplo) y solían tener incorporados dos asientos laterales conocidos como “festejadores”. Los habitantes se sentaban allí y admiraban lo que sucedía afuera cómodamente desde sus casas: la relación interior-exterior no existía.
Los balcones permitieron a las personas comenzar a participar en los eventos que se suscitaban en las calles, sin estar propiamente en ellas. Se volvieron así una fuente de información, un medio de comunicación. Fueron símbolo de status y de apertura de la ciudad medieval, fueron despliegue decorativo durante el Modernismo, han servido para tender ropa, para colgar pancartas representando ideologías o transmitiendo mensajes, para desayunar o cenar los días en los que el clima acompaña.
Sin duda, el protagonismo de los balcones emergió nuevamente durante la pandemia. Estos espacios cobraron de repente extrema importancia o más bien se reivindicó su importancia. Así, miradas cómplices entre vecinos, charlas, saludos, aplausos, conciertos compartidos y hasta películas proyectadas en fachadas, recuperaron su antiguo significado.
Estéticamente hablando, existen diferentes tipos de balcones: están aquellos integrados al volumen del edificio, aquellos que sobresalen volumétricamente del mismo, aquellos que se vuelcan a patios internos, entre muchos otros. Más allá de cómo se resuelva su diseño, lo cierto es que hoy en día imaginar una vivienda sin balcón sencillamente no es una opción, los balcones volvieron para quedarse.
Para celebrar su importancia, mostraremos a continuación algunos ejemplos de soluciones para diseñar estos elementos en viviendas, implementadas por diferentes arquitectos españoles.
El Edificio 111 del estudio Flores i Prats, un edificio de 111 viviendas sociales situado en Terrassa, Barcelona, presenta una interesante propuesta: una plaza interior, en el centro de la manzana, se convierte en el lugar de encuentro al que miran todos los balcones, un espacio semipúblico, de cruces, por el cual deben transitar todos los habitantes para acceder a sus hogares. De este modo los balcones generan conexiones visuales, se miran entre ellos y, aunque son privados, tienen algo de público.
El edificio Viviendas siete vidas, de Anna y Eugeni Bach, destaca particularmente por sus balcones amarillos, que, en conjunto con sus celocías, se transformaron en el símbolo del mismo.
El proyecto consiste en un pequeño bloque de tres viviendas mínimas en una parcela entre medianeras en pleno centro antiguo del barrio de Horta, en Barcelona. La solución de los balcones conserva el carácter de esa zona tan característica de la ciudad, pero lo hace desde un lenguaje contemporáneo.
El edificio Vivienda Social en Carabanchel, de coco arquitectos, ubicado en Madrid, se mimetiza con el lenguaje de la cinética del lugar, adoptando un perfil inclinado que respeta el pronunciado desnivel del terreno.
Los arquitectos afrontaron el enunciado de vivienda social desde premisas acordes con la sociedad del presente, caracterizada por la búsqueda de la expresión de la individualidad como vehículo de autoafirmación. Formularon, así, unidades tipo de proporción estrecha, abiertas a dos orientaciones mediante amplios balcones: volúmenes traslúcidos que sobresalen de la fachada, dominando dos paisajes diferentes: de un lado la ciudad y del otro el jardín central.
Una solución diferente es la adoptada por Sauquet Arquitectes i Associats, en el edificio 114 Unidades de Vivienda Pública, en la ciudad de Sabadell. Este conjunto de viviendas para personas mayores se resolvió pensando primero en las personas usuarias. Los arquitectos las imaginaron cuidando plantas en macetas de cerámica e imaginaron el efecto del conjunto de todas esas plantas vertiéndose por ventanas y barandillas. Los imaginaron sentados al sol, disfrutando de buenas vistas, reuniéndose para charlar, comunicándose a través de balcones.
Así, resolvieron el proyecto creando un edificio escalonado, con amplias terrazas orientadas al sur, en cascada, con vistas al paisaje, para dar la máxima superficie posible de terrazas al mayor número de viviendas.
Finalmente, un Clásico de Arquitectura, La Casa Milà, en Barcelona, de Antoni Gaudí. Con su fachada ondulada y el techo escultórico surrealista, parece más orgánica que artificial, como si estuviera tallada directamente desde el suelo. Estructuralmente, el edificio se divide entre la estructura y la piel.
La fachada de piedra no tiene ninguna función de soporte de carga, lo que le permitió a Gaudí diseñarla curva, sin limitaciones estructurales, incluyendo sus escultóricos balcones que son un ícono del modernismo catalán.